Andrés Michelena

Artists don´t work. I only work with artists! Del 11 de Julio al 15 de Septiembre de 2019

Nota de prensa y C.V.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista escalera.
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Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala superior
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists!. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists. Vista sala inferior.
Andrés Michelena. Artists don´t work. I only work with artists. Vista sala inferior.

 La ocupación artística ha reemplazado por completo al trabajo artístico. Hacer arte hoy, y más bien inscribirlo en un sistema de relaciones humanas, productivas y laborales, está en el extremo opuesto del proyecto revolucionario de las vanguardias artísticas. El arte no ha ocupado la vida. Es la vida ahora, con todas sus circunstancias encarnadas, la que ha ocupado el arte. La completa precarización de los sistemas de trabajo, la inestabilidad laboral, la reubicación de tareas y la obligatoriedad a desempeñar funciones alejadas en principio de los intereses y necesidades de la producción del arte, ha enajenado radicalmente el sistema de trabajo del artista y, con él, su forma de vida. En la vieja reivindicación vanguardista por desdibujar los límites entre el arte y la vida, el arte parece haber salido perdiendo. La vida se ha impuesto. Pero ha resultado ser la vida administrativa, la que responde ante los aparatos de producción neoliberales, la que formula y calcula planes ejecutivos, la que marca horarios y se debe a las exigencias diarias de eficacia y productividad. El arte ha desembocado en una ocupación que se debate entre las viejas promesas de las vanguardias históricas sobre su autonomía, y la aparentemente necesaria respuesta ante las exigencias productivas del diario vivir. 


Sin embargo, en algunos casos extraordinarios, el arte parece haber resistido como un programa viral que, esté donde esté, hace uso del huésped para llevar a cabo, de un modo constante e imperceptible, su propósito. El arte ha ocupado el cuerpo ajeno, la institución, el aparato de poder, en una relación simbiótica improbable y aún por resolver. Uno de estos casos virales es el de Andrés Michelena, que desarrolla su trabajo artístico a partir de su propia experiencia de la vida laboral. Durante años, su obra se ha desarrollado como una acción permanente ocupando diversos cargos de trabajo como administrativo, asistente o coordinador de colecciones, galerías o empresas de la industria artística. Apenas sin tiempo para encerrarse en el Studio y dedicarse a la extraña tarea de hacer arte. Por eso, la decisión de Michelena fue radical y honesta: iba a viralizar su investigación artística en el cuerpo de su desempeño profesional. Su performance, que se desarrolla en horario de trabajo, de martes a sábado de 11 a 17 horas, hace uso de los códigos tradicionales establecidos entre empleado y empleador para discutir los sentidos modernos de trabajo, productividad y eficiencia, propios del sistema laboral contemporáneo, y los de ocupación, performatividad y autonomía, reivindicados históricamente por la práctica artística. Una de las consecuencias más visibles de esta transformación de la ocupación del artista es el reemplazo de la obra-como-mercancía en obra-como-proceso. Una acción que hace posible disparar más formas de conocimiento (sobre su labor, sobre su entorno), campos de compromiso (con sus tareas, con sus compañeros), y planes de relacionalidad, altamente informados, en este caso, por los entresijos del arte moderno latinoamericano. 

En esta performance profesional, Michelena responde al teléfono de la oficina de su empleador, recicla folletos desechados de otras exposiciones, atiende a correos electrónicos, o recorre los alrededores en busca de material sensible para su obra, que idea y produce en la misma oficina. La performance es colectiva: afecta y es afectada por los demás compañeros de trabajo e incide en las decisiones ejecutivas de su empleador. Pero ante todo, esta performance profesional no solo suma objetos artísticos al catálogo de Michelena, sino años de cotización a su vida laboral. 

En palabras del artista: "No one could say I played fair (Nadie podría decir que jugué limpio), es el titulo de una de las series incluidas en esta muestra, que en cierto modo, podría ilustrar la actitud con la que encaro la producción desde hace algunos años. Tal vez sea un eufemismo, pero considero que más que una postura rebelde, es una postura de resistencia ante el sistema". 

De hecho, no hay ninguna rebeldía en la firma de un contrato laboral por parte de Michelena: su empleador está invocando una figura profesional improbable que desempeñará debidamente sus funciones. Para su exposición en Trinta, Michelena trabajará como asistente de galería, formando parte del equipo en una relación laboral poco habitual entre artista y galerista. Pero como la resistencia sí que asume un carácter defensivo, Michelena no solo encarna su performance durante su horario de trabajo, sino que se encarga de hacer arte que parezca arte. Las obras resultantes son trabajos con un persistente carácter irónico, giros estéticos modernistas que reevalúan el tradicional sistema de producción de obra y lo resitúan en esta nueva tensión lúdica entre lo artístico-autónomo y la laboral-derivado. Se trata de trabajos escultóricos y sobre papel, la mayoría de ellos, a medio camino entre los ejercicios de los cursos preliminares de la Bauhaus (1928-1929) y el pensamiento constructivo de sus padres: Santos Michelena, el conocido ingeniero de obra pública de Caracas, que creó el primer Laboratorio Hidráulico Automatizado de Latinoamérica, y Gladys Poggioli, tenaz repostera de Caracas. Pero, aún así, la honestidad radical de Michelena descansa en su constante producción de arte que no parece arte -por eso toda descripción formalista cae en un juego paradójico-,insiste en una dedicación profesional que salva el potencial desencadenamiento bipolar y sortea la fragmentación que padece el artista en su desempaño laboral.La oficina es el nuevo estudio romántico del artista. El taller genial. Una especie de culminación del proyecto inconcluso que John Latham y Barbara Stevini idearon en la década de los sesenta, a través de Placement Group, para infiltrar artistas en cada uno de los estratos gubernamentales, administrativos y por extensión, laborales de la sociedad del momento. Una ocupación artística viral total.

Roc Laseca


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