La mujer de piedra se levanta y baila. Pamen Pereira en el MUSAC. 20 de Febrero/ 4 de Septiembre 2016

12/05/2016

 El MUSAC de León presenta, hasta el próximo 4 de septiembre, una exposición retrospectiva de Pamen Pereira. 


La mujer de piedra se levanta y baila SALA 2 20 de febrero, 2016 - 4 de septiembre, 2016 

Comisariado: Kristine Guzmán 

Coordinación: Área de Registro y Colección: Koré Escobar y Raquel Álvarez 

El maestro zen Tozan escribió el Hokyo zan mai (Samadhi del Espejo del Tesoro) en el siglo IX, incitando a sus discípulos a verse a sí mismos, de no mirar a otros y de liberar sus mentes de todos los pensamientos y conceptos ilusorios. El espejo del tesoro refleja todos los fenómenos del cosmos que aparece y desaparece libremente; mientras el samadhi –término en sanskrit para referirse a la práctica que lleva a la meditación completa– es el despertar de la mente hacía la iluminación. 

El trabajo de Pamen Pereira es una continua búsqueda de ese estado de iluminación. Practicante habitual de la filosofía zen, los años que pasó en Japón y sus constantes viajes han sido esenciales en la configuración de su práctica artística. Como sucede en la estética japonesa, ella busca el sentido de la vida a través de un impulso poético en el arte donde al organizar el caos surgen la belleza y la armonía. Sus obras generalmente encuentran la belleza a partir de la naturaleza, utilizándola como materia prima y transformándola en imágenes poéticas y misteriosas. Este proceso de transformación es como un viaje hacia las profundidades de la propia artista: un viaje como el acto creativo en sí mismo, en el que la interiorización, el aprendizaje y la exteriorización de nuevas experiencias encienden los sentidos. 

La exposición La mujer de piedra se levanta y baila, título que proviene del Hokyo zan mai, reúne varios trabajos de Pamen Pereira realizados desde la década de 1990 hasta la actualidad. Es una exposición que forma una gran constelación de obras diversas que retratan la faceta alquimista de la artista, como queda de manifiesto en el uso y manipulación de diferentes materiales y medios. Así, la tierra, el aire, el agua y el fuego se convierten en objetos poéticos que forman un ciclo vital dentro de un espacio con aires rituales. Igual que un científico trabaja con la materia, un artista trabaja con las emociones. La materia de Pereira son los elementos básicos de la vida unida a la imaginación, tomando en práctica la noción de Gaston Bachelard de la “imaginación material”; y sus emociones brotan a partir de la memoria, la curiosidad y el instinto. La unión de ambos le lleva a crear unas obras inspirada por el movimiento sturm und drang (tormenta e ímpetu), donde la “tormenta” enfatiza el papel del poder sublime de la naturaleza como fuente de inspiración, e “ímpetu” hace hincapié en el papel de las emociones o la voluntad para expresar la confusión presente en la naturaleza. En este sentido, la artista busca una unidad entre la materia y el espíritu siguiendo la filosofía oriental, donde la contemplación y la comunión con la naturaleza adquieren un papel predominante a través de la adhesión o intuición interior, en una narración de sus pulsaciones interiores desde el latido de su corazón, sus raíces, viajes, lecturas y pasiones. 

La exposición adopta un mise en scène donde la penumbra hace resaltar la belleza de las obras. En la primera sala nos encontramos con obras que los surrealistas definirían como “poemas-objeto” –donde la yuxtaposición de elementos hace que lo invisible se convierta en materia, lo pesado levite o lo escondido sea desenterrado. La artista empieza su estado de meditación en su Lecho de piedra (2001), mientras alrededor suyo el metal levita, los huesos están desenterrados y los templos arraigados ascienden a los cielos. Los elementos se unen por encuentros imposibles en El caballo blanco penetra la flor de la caña (2012) donde el asta de un ciervo y una flor de palmera están ensamblados como si ese fuese su destino natural, inevitable; o las dos raíces de El sumo sacerdote (2010), que encuentran una unión simbólica que remite al mundo del tarot, al “camino real”—un camino simbolizado por los zapatos dorados en Sin título (2000). 

La naturaleza es la materia prima y el tema de la representación en muchos de los trabajos de Pereira, y el proceso creativo o intelectual es tal vez más importante para ella que el objeto final. Desde ese punto de vista, los diversos elementos de su estudio sirven de testimonio de este proceso. Gabinete de trabajo (1998) es un escritorio sobre el que descansa el paisaje de una cordillera hecha de grasa. Estas cordilleras son una reminiscencia de las peregrinaciones budistas, en las que el retiro a este tipo de zonas se emplea como medio para comprender el propio yo y nuestra relación con el mundo; y también están representadas en la serie de "pinturas de humo". Una gran instalación ocupa la segunda sala donde un grupo de golondrinas portan unos muebles al aire al ritmo del latido de Voz primal (2015) cuya palpitante llama condensa materia y energía como el origen de todo universo. Este latido interior es lo que le hace enfrentar y comprender el poder de la naturaleza porque igual que en la tradición de la pintura china, un artista no puede representarla sin una minuciosa observación y dominio del mundo exterior. Así, El mundo entero es medicina (2010) traza una relación absolutamente dependiente del todo con las partes y las partes con el todo, siguiendo esta búsqueda espiritual hasta llegar a la cima de Vista isométrica del continente antártico desde el Mar de Ross (2006) o El curso circular de la luz II (2005), obras realizadas con humo sobre terciopelo y cuyos procesos están directamente relacionadas con Chaqueta de trabajo (2000) y Ecuanimidad (2015). Como tal, estas obras están cargadas de tiempo, recuerdos o historias que adquieren vida propia y son la evidencia material de esta búsqueda que le lleva a Erhabenen (lo sublime) un concepto Kantiano que describe un éxtasis extremo que trasciende lo racional. El cosmos de Pamen Pereira termina en el altar de Tampoco el mar duerme (2015), una tempestad que ella intenta atrapar y contener, bebiendo de su energía vital; igual que intenta condensar todo el amor en Ramón Pereira, el sol es una estrella (2003-04). La belleza en la imperfección de esta pieza encontrada resume la estética wabi sabi de la filosofía budista Mahāyāna y representa liberación y transcendencia. Protegidas por La mujer de agua sigue cantando (2015) como si dos dragones de templos se tratara, las obras de la exposición condensan tierra, aire, agua y fuego—los cuatro elementos de la vida—junto con un quinto elemento—el Mu (vacío) y al principio de alternancia yin-yang, constituye el lugar donde se operan las transformaciones y se alcanzan la verdadera plenitud. Mediante este vacío, el corazón se convierte en el espejo de sí mismo y del mundo. Y frente a este espejo, el hombre de madera canta, la mujer de piedra se levanta y baila y, en palabras de Dokushô Villalba, “los cuatro elementos que conforman la vida fenomenal terminan siempre por regresar a su origen –la vacuidad esencial– como los niños retornan a su madre, o cómo los ríos vuelven al océano”.
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